Del 17 al 28 de mayo del presente, acompañé al Ing. Eloy Blanco (personero de MEDA) y al Dr. Bill Rogister (especialista norteamericano en la producción de maní) en un recorrido por los manizales de Luis Calvo, Hernando Siles, y Comarapa. En la oportunidad vimos varios ensayos y participamos en dos días de campo. El doctor habló acerca de sus conocimientos, y el ingeniero hizo referencia a la realidad del agricultor boliviano. Como traductor, pude aprender algo al respecto, y en la siguiente descripción espero poder compartir lo que he aprendido. Sin embargo, no soy un experto en asuntos agrícolas, por lo que ésta sólo debería considerarse como una reflexión sobre la experiencia lograda, y no como una información definitiva.

De la semilla

La semilla del maní es por supuesto el mismo grano del maní. Si está destinado a ser semilla, la mejor forma de almacenarlo durante el año es en su vaina, y en lo posible, con una humedad del 9 al 11 por ciento. La cáscara protege al grano de los daños mecánicos de manipuleo, de los hongos, y en una menor medida, de los insectos. Es contraindicado descascarlo con más de cuatro semanas de anticipación a la siembra, y no perjudica hacerlo incluso tres días antes de la misma.

La mejor semilla es el grano maduro, o hasta un poco inmaduro. Se debe evitar sembrar la semilla muy madura, ya que es más susceptible a daños, y porque su porcentaje de germinación es bastante reducido. La parte interior de la cáscara exterior del maní sobre-maduro tiene un color muy oscuro, y la cascarilla del mismo no tiene ni rayas ni arrugas. Cuando la producción es para semilla, la cosecha se deberá hacerlo de tres a cinco días antes de su maduración completa, para asegurar que el grano sea lo más apto.

En algunas partes de Bolivia es tradicional seleccionar las vainas de tres granos para semilla. De acuerdo con la opinión del Dr. Rogister, ésto no tiene afecto alguno en sí mismo, o sea, que no incide en el mejoramiento de la semilla. Al mismo tiempo, sostuvo que este tipo de selección tampoco tiene incidencia negativa, y si el mercado local lo exige, que se lo siga haciendo. (Después de todo, es siempre aconsejable satisfacer al mercado.) Al paso del tiempo, lo más que se pueda esperar es que se incremente el porcentaje de vainas de tres granos.

Una vez en el suelo, antes de su germinación, a la semilla le puede ocurrir la putrefacción, causada por varias clases de hongos, tales como: fusarium, rhizatiom, y aspergilus niger. Por lo tanto se recomienda desinfectar la semilla antes de la siembra. Los desinfectantes son muy tóxicos, y no se deberían manejar directamente con las manos y sin protección. La semilla se debe mezclar con el fungicida (generalmente en polvo – el más apto y mejor conocido es tal vez “Vitamax”) en turriles giratorios.

Los hongos dañinos prosperan en los climas húmedos y medio fríos. La desinfección puede no ser tan necesaria si durante los primeros sesenta días después de la siembra el medio ambiente es más seco y/o más caliente. Por razones económicas sería mejor evitar este paso si no fuera necesario.

De la siembra

Para evitar las condiciones favorables para el desarrollo de hongos, el suelo deberá contar con un drenaje adecuado, acción que le permitiría mantenerse relativamente caliente y no remojado. Por esta razón, los suelos más adecuados para el maní son los franco-arenosos. Sin embargo, se ha visto que los suelos más fértiles y/o pesados pueden rendir más, siempre que la lluvia no sea excesiva. Es de suma importancia que el suelo se mantenga húmedo – porque la germinación requiere un nivel de humedad – sin que llegue a ser mojado, de modo que perjudique las actividades de la siembra y a la misma semilla.

Mientras no se convierta en realidad la mecanización de la siembra, los surcos para el maní deberían tener entre 30 a 60 cm de ancho; esta distancia permitirá un cavado posterior más o menos eficiente con azadón. Surcos de menor anchura no son tan prácticos, ya que el azadón puede dañar a las vainas. En la siembra mecanizada, son necesarios surcos de hasta 90 cm para que entre el tractor. No parece existir debate sobre este punto.

En cambio, hubo cuestiones respecto a la densidad de la siembra en los surcos. El agricultor chuquisaqueño suele plantar dos semillas cada espacio de 40 a 50 cm. No obstante, las investigaciones realizadas este año por MEDA/PROCUR parecen sugerir que una semilla colocada cada 10 cm puede resultar en un rendimiento mucho mayor (en un ensayo se produjo un incremento del 40%). Es posible que la producción por planta se reduzca un poco, pero como hay más plantas, la rendición por surco, o por hectárea, es mayor. La cifra más importante según el Doctor es el rendimiento en quintales por hectárea, ya que así gana su vida el agricultor.

El maní se siembra a una profundidad de tres o cuatro centímetros. De esta manera se espera que el sol no llegue a secar el suelo donde se encuentra la semilla, y por otro lado la planta no tendrá mucho trabajo en brotar y desarrollarse.

Del manejo de las pestes

Al Dr. Rogister le es importante tomar en cuenta que las enfermedades, las malezas, y los insectos, todos ellos constituyen distintas variedades de pestes. Además, siempre habló del “manejo” de las pestes, y no de su “control”. El control implica una erradicación total, cosa poco probable y posiblemente dañina, ya que los métodos agresivos pueden perjudicar al medio ambiente y quizás también al mismo maní. Por otro lado, un “manejo” sugiere medidas constructivas para limitar dentro de parámetros aceptables los efectos negativos de las pestes.

En el manejo de las pestes, la práctica más importante es siempre la rotación de cultivos. Ésto puede ser más cierto para el caso de los hongos, pero sirve también para reducir el impacto de otras pestes, tal como la maleza y (aunque se crea o no) de los insectos. No cuesta nada hacer rotación de cultivos, al menos en lo que se refiere a gastos directos. Es cierto que pueden presentarse costos inesperados, cuando se tuviera que cambiar un cultivo por otro menos rentable. No obstante, la rotación es el manejo más eficaz, y esto será posible verificarlo en un largo plazo.

El maní atrae a varios hongos que ya fueron mencionados (fusarium, rhizatiom, aspergilus, etc.), los que van multiplicandose durante toda la etapa del desarrollo de la planta. La mayoría de los hongos permanecen en el suelo por varios años después de la cosecha. Por lo tanto, si al siguiente año se vuelve a sembrar maní en la misma parcela, los hongos tienen la ventaja de propagarse desde la etapa anterior en la que se detuvieron su desarrollo. Es decir, se multiplican en una proporción mucho mayor.

Por ende, la recomendación del Dr. Rogister es sembrar maní en una parcela durante un sólo año, seguido por dos o tres años de maíz, para que los hongos se mueran o por lo menos disminuyan. Esta secuencia resulta ser una relación de simbiosis, ya que siendo el maní una planta leguminosa, ayuda al maíz por nitrogenando al suelo. Son varios factores que influyen en este proceso; sin embargo, como promedio, el maní puede llegar a producir nitrógeno en un monto equivalente a 100 kg/ha por año. El Ing. Blanco quedó apenado al ver tantos maizales agotados, los que aún podrían beneficiarse de este proceso.

Otra forma del manejo importante es la selección de variedades del maní más resistentes a las pestes locales. Por ejemplo, se ha notado que en los ensayos llevados a cabo en zonas más húmedas, como Monteagudo y San Miguel, la variedad “overo” se destaca por tener mayor susceptibilidad a las enfermedades, tanto en las hojas como las vainas, comparada a la variedad “colorado”. Sin embargo, las dos variedades se encuentran por igual en las regiones más secas, como Igüembe. De todas maneras, es aconsejable hacer pruebas locales en los diversos ecotipos disponibles para apreciar y comparar los rendimientos. En el ámbito regional, MEDA/PROCUR ya ha realizado semejante experimentación, con resultados importantes.

En última instancia, se tendrá que recurrir a medidas de “manejo” más directas: pesticidas (término que incluye también a fungicidas, herbicidas, etcétera). Estas sustancias, tienen que ser manejadas con mucho estudio y cuidado, tanto por sus costos elevados como por los daños que pueden ocasionar a la gente por su toxicidad.

... de las malezas

Las malezas son dañinas porque compiten con la planta del maní por los mismos nutrientes que hay en el suelo. Es por eso que la etapa más crítica para el manejo de las malezas es durante los primeros dos meses después de la siembra, cuando las plantas de maní aún se encuentran inmaduras y susceptibles.

Es posible combatir las malezas mediante el uso de herbicidas (como por ejemplo, Prowl) antes de la siembra. Lo bueno de este método es que integra los químicos al suelo con anticipación, y por eso impiden el desarrollo de las malezas antes de que se empiece. La desventaja es que este tipo de integración de los químicos requiere una aplicación mecanizada, la cual no se considera muy práctica para el pequeño agricultor boliviano.

Se pueden aplicar también herbicidas “pre-emergentes”, después de la siembra y antes de que broten las plantitas. Una marca conocida es Dual, que se utiliza para controlar: pastos, amaranto, y hierbas de hoja ancha. Se aplica encima del suelo, por lo que su desventaja es el requerimiento de una lluvia para llevar el químico adentro, donde nacen las malezas. Lo bueno de este herbicida es que por haber sido producido para matar hierbas específicas, entonces casi no perjudica el desarrollo del maní.

Por último, se pueden utilizar los herbicidas post-emergentes, como: Blazer y Bacigram, que se aplican después de que aparezca la planta del maní. En este caso, como éstos son herbicidas generales, matan a una gran variedad de malezas. Lo negativo de su uso es que suelen perjudicar, brevemente, el buen desarrollo del mismo maní, y, además, no matan las malezas establecidas. Lógicamente, la prevención siempre vale más que la “curación” posterior.

Durante la carpida del maní, hay agricultores bolivianos que tradicionalmente aporcan la tierra contra la planta para facilitar que los clavos lleguen al suelo. El Dr. Rogister no está de acuerdo con esta práctica. Al contrario, enfatizó que la tierra nunca debe tocar al tallo de la planta porque ésto facilita la transmisión de enfermedades que se encuentran en el suelo (mancha gris, roya, etc.) a las partes más susceptibles de la planta. Así mismo insistió que los clavos del maní podrán siempre alcanzar al suelo, sin ayuda alguna. Hasta el momento, en la zona no se ha realizado ningún ensayo específico para comprobar la validez de la tradición local, o del criterio del doctor.

... de las enfermedades

Después de las enfermedades fungosas que perjudican a la vaina, las más comunes en nuestro medio son las foliares como la viruela cercospora (mancha gris) y la puccinia arachidis (roya). El manejo de estos hongos presenta unas dificultades especiales, ya que pueden tardarse en volverse visibles en la hoja hasta que haya pasado mucho tiempo después de haber infectado a la planta.

A largo plazo, Dr. Rogister recomendó la creación de un sistema de control meteorológico. Realizando observaciones del clima durante varios años, y llevando el registro de las mismas y los correspondientes ensayos, se podrán definir las condiciones óptimas para la difusión de la cercospora (sobre todo, en lo referente a la temperatura, la lluvia, y la humedad). Así se podrá predecir el momento más probable de su aparición, y por lo tanto tomar las medidas indicadas con la debida anticipación.

La cercospora se trata con fungicidas existiendo o no tal sistema meteorológico. En caso de no existir tal sistema de predicción, la aplicación del fungicida se realiza de la siguiente manera:

No es necesaria hasta que no se cumplan los primeros 60 días después de la siembra;
No es necesaria en tiempos secos;
Una vez aplicado, el fungicida es eficaz y activo solamente durante dos a tres semanas;
Se realiza una nueva aplicación después de las tres semanas, sólo cuando el medio ambiente continúa siendo húmedo.

Los fungicidas se diferencian por ser de contacto o por ser sistémicos. Los de contacto, como el Bravo, solamente afectan a los hongos que se encuentran en la superficie diréctamente cubierta. Este fungicida tiene la ventaja principal de ser relativamente barato. Además, puede ser que sea el único producto capaz de combatir la roya, lamentablemente preponderante en Bolivia. El Dr. Rogister planteó que el fungicida Bravo podría ser el más indicado para la primera aplicación.

Por otro lado, los sistémicos son fungicidas que afectan a toda la planta desde la raíz hasta las hojas, aunque toquen o no a todas sus partes. La marca mejor conocida es Folicur. Es más caro que Bravo, pero como sistémico sirve por ejemplo, para tratar la putrefacción de la vaina y también a la cercospora. Para la segunda aplicación y las siguientes, puede ser más recomendable el uso de un sistémico, como es Folicur.

Los fungicidas no son baratos, sobre todo si es necesario hacer dos o más aplicaciones (en los Estados Unidos el promedio es de cuatro veces al año). Sin embargo, se estima que la producción boliviana del maní se reduce de un 25 al 30 por ciento por causa de los hongos tratables. Por esta razón, la inversión en fungicidas por parte del agricultor, podría resultarle en ingresos netos más altos.

... de los insectos y los animales del monte

El “gusano de la raíz” es el insecto que perjudica más gravemente en la producción del maní. Éste perfora la cáscara antes de la cosecha, dejando un hueco como la punta de un bolígrafo. Luego, se produce una putrefacción del grano. Por alguna razón, el daño causado por este gusano es menor en las zonas con suelos más arenosos.

Lamentablemente, las medidas que se toman para contrarrestar las acciones de este insecto son bastante caras y poco efectivas. Uno de los pesticidas más utilizados es Lorsban, que se rocía sobre las plantas en el período de su primera floración. Además de su costo muy elevado, es muy tóxico, por lo cual se lo deberá manejar con mucho cuidado. Por otro lado, la rotación de cultivos no tiene costo adicional ni genera situaciones de peligro, y puede ser tan eficaz como las pesticidas, aunque tampoco llega a eliminar por completo al gusano.

En Chuquisaca se encuentra también el nemátodo. En esta situación, nuevamente, el único método eficaz de manejarlo es mediante la rotación de cultivos. Por razones evidentes, no se debe rotar el maní con otro cultivo que es igualmente susceptible al nemátodo, como la papa.

Vale mencionar otro insecto que afortunadamente no se ha visto todavía en el país, aunque es muy común en los EE.UU. Allá se lo conoce con el nombre de “thrips”. Éste hace daño chupando la savia de la hoja, y también acarrea enfermedades que podrían llegar a perjudicar toda la cosecha. Si la planta todavía no ha llegado a la madurez, pero parece achicada o marchita, estos insectos tal vez se podrían ver abriendo una hoja; tienen una aparencia de hilo amarillo muy pequeño. Se hace el tratamiento con el pesticida Orthene, que es relativamente seguro y de bajo riesgo para la salud humana.

Por último, ratones y perros también pueden convertirse en pestes en la producción del maní. En el cañon del Ingre hemos visto también mucho daño causado por los zorros, tanto en las plantas aún por cosechar como en las volcadas. Parece que no hay forma de proteger a las vainas que aún se encuentran en el suelo. En el Ingre, cuando los manís ya están secando, es la costumbre dejar veneno; sin embargo ésto suele ocasionar la muerte de los perros de la casa). Posteriormente se hablará de una posible forma de proteger al maní ya volcado.

De los abonos

Una característica ventajosa del maní es que su raíz principal puede llegar a penetrar niveles muy profundos, por lo que es capaz de aprovechar nutrientes poco asequibles a otras plantas, entre ellos: potasio, magnesio, etc. Además, como ya se ha indicado anteriormente, el maní produce su propio nitrógeno. Sin embargo, existe una excepción importante en cuanto al calcio, ya que este mineral es absorbido directamente por la vaina y no por intermedio de la raíz.

Por consiguiente, el Dr. Rogister recomienda una aplicación de sulfato de calcio sobre el suelo, durante la etapa de la primera floración. Se lo aplica manualmente o mediante sistemas avanzados, pero se advierte que los métodos mecanizados son los menos eficientes. A mano o con el sistema de tracción animal se espolvorea el calcio directamente sobre las plantas en una banda de 18 cm; mientras que las maquinas lo esparcen sobre toda la parcela, requeriendo por lo tanto el doble. (Por si acaso, se puede aplicar también el Lorsban junto con el calcio, tomando siempre en cuenta su toxicidad.)

Este año, MEDA/PROCUR ha auspiciado varios ensayos para medir los efectos del calcio en la producción del maní. Se encontró que las aplicaciones de hasta 500 kg/ha pueden incrementar los rendimientos por hectárea en porcentajes notables. En un caso, bajo condiciones óptimas, subió en un 30%. Sin embargo, la influencia del clima y del suelo es muy importante. Las lluvias actúan como el mecanismo de transmisión para hacer llegar el calcio a la vaina. Si no hay lluvia, éste no llega; si hubiera demasiada (o si el calcio fuera aplicado demasiado temprano) éste podría ser arrastrado más hacia dentro de la tierra. Aparte de ésto, niveles altos de potasio en el suelo perjudican la absorción del calcio por la vaina, exigiendo por lo tanto aplicaciones más fuertes.

Los beneficios de la aplicación del calcio son varios. A veces la cáscara del maní se desarrolla bien, pero no el grano que se encuentra adentro. La falta de humedad podría causar este defecto, pero la falta de calcio podría ser también una de las razones. Por eso, muchas veces una aplicación tendrá el efecto de reducir el porcentaje de estos “ch’usos”, o sea, los granos poco desarrollados. Además, se notará que las plantas abonadas de esa manera son más resistentes a las enfermedades foliares (aunque no se ha cuantificado este efecto), que a su vez resultará en un rendimiento mayor, sobre todo cuando la aplicación se realiza durante la primera floración.

El sulfato de calcio (CaSO4) es conocido equivocadamente como “yeso”. Sin embargo, una vez calcinada la materia prima, tiende a formar terrones y no se integra al suelo. Por esta razón, el yeso que se vende en las ferreterías no sirve para este propósito. Además, es importante no confundir el yeso con la cal, o sea carbonato de calcio (CaCO3). Como los albañiles saben bien, la cal suele quemar, mientras el yeso es inofensivo. Yeso crudo, o sea, lo que realmente es sulfato de calcio, no tiene efectos negativos ni toxicidad alguna, ni siquiera en los montos más grandes.

El único factor que se ha de tomar en cuenta en limitar la cantidad de calcio a ser utilizado es su costo. Por esta razón, se deberán hacer las pruebas necesarias en cada zona de producción, para determinar la cantidad mínima necesaria de calcio para logar un mejor balance entre gastos e ingresos. (Para la producción de semilla, el Dr. Rogister recomienda incrementar en un 20% más sobre el mínimo de calcio requerido.) La provincia Hernando Siles tiene la ventaja de contar con yacimientos locales de calcio, hecho que reduce su costo. En otras regiones se podrían experimentar con huesos, cáscara de huevo, etc.

Con relación al nitrógeno, valdría la pena mencionar una de sus características más importantes. Se cree que todas las plantas leguminosas son autosuficientes en este respecto. Sin embargo, su capacidad de producirlo depende enteramente en la existencia de ciertas clases de bacteria. Si la bacteria está presente en el suelo, ella produce nódulos en la raíz, los cuales transforman el nitrógeno del aire (que se compone del 80% de nitrógeno) a una forma accesible a las plantas. Lamentablemente, cada especie de planta se asocia con solamente una bacteria en particular, y no con cualquier tipo.

En el caso del maní, la bacteria con la que se asocia se llama rhizobium (o sea, la rhizobium no sirve para otras plantas, y otras bacterias no sirven para el maní). Es posible que una parcela grande, donde no se ha sembrado maní durante los últimos cinco años, ya no cuente con niveles adecuados de rhizobium en el suelo. Si éste fuera el caso, se recomienda inocular la semilla antes de su siembra. La bacteria se vende en forma de un polvo negro, que se mezcla con la semilla en turriles, como en el caso de los desinfectantes ya mencionados. Para evitar que la bacteria se muera, es preciso mezclarla con la semilla en el mismo día de la siembra.

De la cosecha

Uno de los obstáculos más comunes con respecto al maní es que por desarrollarse debajo del suelo, muchos creen que se debe tratar como a la papa. La papa es un tubérculo, que crece en la raíz de la planta; en cambio, el grano del maní es una fruta que se desarrolla desde la flor, para luego llegar al suelo y enterrarse. El maní tiene características superficialmente similares a la papa (creo que ambos son susceptibles a los nemátodos), pero por lo general se comportan de manera totalmente distinta. Por esa razón, como ya se ha mencionado, a la planta de maní (teóricamente) no se la debe aporcar como la papa.

La floración del maní puede ocurrir hasta cuatro veces, produciendo cada vez más vainas. Las de la primera floración obviamente serán las más maduras, y las de la última por lo general no llegan a desarrollarse por completo. Idealmente, se cosecha el maní cuando un 70% de las vainas hayan llegado a la madurez. Esta última se logra determinar sacando muestras. La vaina del maní se encuentra madura cuando su parte interior tiene un color más oscuro, sin llegar a ser negro, y cuando la piel del grano no presente ni rayos ni arrugas. Tampoco deberán haber muchos ch’usus.

Al pasar por Lagunillas pudimos observar una máquina cavadora-volcadora de maní. No obstante, en Bolivia el maní casi siempre es cavado manualmente, con el azadón, un trabajo duro (al doctor le gustaba decir que el cavador nunca tendría problemas de insomnio). Existen dos formas principales de volcar el maní. En Iguembe, que se encuentra en una zona seca, se colocan a las plantas cabeza abajo con las vainas al aire. Así se expone al maní al sol, lejos del suelo, para que seque durante varios días. En Muyupampa, que es una zona más húmeda, es muy común tender a la planta de costado con las vainas a un lado. Se dejan marchitar a las plantas durante algunas horas nomás, para despicar de inmediato.

Del secado

Por el momento de la cosecha, el maní puede manifestar porcentajes de humedad de hasta el 55 o 60. Expuesto al aire seco, va bajandose dentro de pocas horas al 20 o 30%. Es de suma importancia que continúe el proceso de secarse, en forma más lenta, hasta que se alcance lo óptimo, que es entre el 9 y 12% o, si dentro de poco se descascarará, 13 a 15% (para evitar daños mecánicos). Debido al chilche en Monteagudo, vimos harto daño a causa de la humedad, tanto de putrefacción directa como de enfermedades fungosas. En especial, notamos el aspergilus flavus, un hongo bastante tóxico que se presenta como un polvo amarillo.

La cuestión del secado varia mucho según el lugar. En Bañado de la Cruz, un lugar seco, el maní fácilmente llega a niveles óptimos de humedad dentro unos días, así dejado a solear en el techo o el patio. En cambio, en una industria semillera por Montero que visitamos, se había de tomar en cuenta el porcentaje de humedad del mismo aire (generalmente entre el 70 y 90%) aunque ésta cuenta con un secador mecanizado de gas. Los productores de Iguembe amontonan las plantas en cúmulos grandes, y dentro de unas semanas se curan bien. Por Monteagudo y el Cañon del Ingre, parece que casi no hay cómo hacerlo secar adecuadamente.

El doctor describió un sistema típico del secado de su estado de Carolina del Norte. Se plantan varios palos de tres metros en el potrero, los mismos que tienen clavados perpendicularmente dos listones (en forma de cruz) a 30cm del suelo. Se apilan las plantas de maní ordenadamente sobre esta cruz, con las vainas siempre hacia el poste, hasta una altura de dos o tres metros. Llega a tener la forma de una piña. Se ejercieron varias pruebas de este método, tanto en zonas más secas como en las húmedas, con resultados mixtos.

El “empalonado” tiene la ventaja de proteger bien al maní en cuanto a las garbitas y lluvias, ya que las raíces y las hojas de la planta se vierten el agua, mientras los manís adentro no se mojan. De la misma manera, es muy eficaz en cuanto a los bichos, especialmente los zorros. Algunos lugareños quisieron arreglar que la mitad de las vainas se dirijan hacia fuera, pero éste no los permite la protección de la lluvia. Otros querían dejar abierto un espacio por el centro del montón, para que se sequen mejor, pero éste permite que entren los ratones, etc.

Lo malo del empalonado es que no permite un secado rápido de los manís, ya que las mismas hojas que los protegen de la lluvia los sombran del sol; además, detienen adentro del montón la humedad del mismo maní. Resulta que el éxito o fracaso del método depende la humedad del aire. Si la humedad es baja, el maní se seca de buena forma; pero si es alta (y durante nuestra visita a Monteagudo no cesó la garbita), proliferarán los hongos y otras enfermedades casi como si fueron amontonados en el suelo.

Vale mencionar un reclamo común en zonas más húmedas. Después de la cosecha, muchas veces se nota una mancha negra en la parte exterior de la vaina. Hizo constar el doctor que si bien se exaspere por humedad, la causa real de la mancha es la falta de madurez de la fruta, o en otras palabras, si la mayor parte de los manís manifieste esa mancha, quiere decir que se cosecharon temprano. En la práctica, se nota que en cuanto más negro sea el exterior de la vaina, más blanco sale la parte interior. La inmadurez resulta en menos ganancia por pesar menos el producto; sin embargo, no debe perjudicar ni la calidad del mismo maní ni su precio por quintal, si es vendido ya descascado.

De la mecanización

Son cinco las áreas que más fácilmente se podrían mecanizar: la siembra, el cavado/volcado, el despicado, el secado, y el descascado. De mi punto de vista, el más importante (en zonas húmedas) es el secado mecanizado, ya que las pérdidas después de la cosecha son hartas, y desde que no hay alternativas manuales. Aunque teniendo semejante sistema, siempre hay que tomar en cuenta que el maní podrá volver a humedecerse después del secado, si el clima es húmedo. Por eso, un almacenaje adecuado debe ser parte integrante del sistema, o debe haber cómo hacerlo llegar al mercado el maní, inmediatamente después de secarse.

Los secadores más comunes en Santa Cruz y otras partes se basan en el aire forzado, generalmente calentado con fuego de gas o diesel. Siempre se intenta secar el máximo monto de maní a la vez, pero la única regla fija es que el secado ha de ser lento, sin temperaturas más allá de los 35 centígrados. Como hemos visto en Montero, la eficiencia del mecanismo depende en el clima, por lo que los tiempos del secado varían bastante.

Otra opción es una maquina para despicar las plantas. Este paso es un factor muy importante por ser, sin maquinaria, el más caro y lo que más tarda en realizar. Hemos visto en Lagunillas una maquina tipo “combine” que se jale con tractor; se podría desarrollar otro estilo estacionario (que se hace llegar al potrero y sentarse allí sin moverse). El objetivo sería acelerar la transición del potrero al mercado: en zonas de alta humedad se podría vender el maní y hacerlo llegar a otra parte más seca muy rápidamente, evitando los daños a causa de hongos, putrefacción, etc. Es también ventajoso que se reemplaza un gasto existente (el del despicado manual) con otro, mientras el secado mecanizado aumenta el costo de la producción.

Las máquinas pueden formar parte de un negocio rentable, pero depende en la escala de la producción. Por ejemplo, tanto la siembra como el cavado/volcado mecanizado son indispensables en la producción norteamericana, ya que los potreros muy pequeños ya son de 30 hectáreas y por encima. Para justificar el costo de tales máquinas se habría de dedicar por lo menos unas cinco hectáreas por año al maní (y esas tendrían que ser planas y bien chaqueadas), o individualmente o mediante una cooperativa. Es así con las despeladores, como hemos visto en Muyupampa: es de mucho beneficio ya que mediante la asociación de productores el volumen local la merece.

Conclusiones

Me eran muy impresionantes los avances realizados por Don Eloy y sus varios compañeros en Muyupampa, Igüembe, San Miguel, Itapente, y Monteagudo, tanto en mejorar el producto como en bajar los costos de la producción. Si bien son los primeros pasos por parte de MEDA, no serán los últimos. Los Días del Campo tuvieron un impacto favorable en difundir lo aprendido mediante los ensayos hacia los mismos productores, y así se mejorará la producción. Aplicando los mismos pasos de experimentación y difusión en Bañado, pueden haber resultados más propicias aún, ya que el clima, el suelo, y los sistemas de riego le favorecen.

A la vez, MEDA ya está buscando otros mercados. El precio dentro de Bolivia es más alto que en el mercado internacional, porque el costo de la producción sigue alto. Sin embargo, ya se está vendiendo por Desaguadero y dentro de poco se espera venderlo en forma lícita. En vista de que podría haber una subida de producción por causa de los mejoramientos, o debido a más interés, aunque sea paulatina, es importante que haya nuevos mercados. Y es importante el maní. Con el fracaso de la papa por algunos lados, y el agotamiento del suelo en los maizales en otros (que la rotación con los leguminosos podría corregir) el maní ya nos queda uno de nuestros productos agrícolas más rentables. Parece tener un futuro bonito en Bolivia.

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philes/vidamani.html; written/revised 01 September 2011
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